martes, marzo 19

Danza puneña Llipi Pulis ya es Patrimonio Cultural de la Nación

El Ministerio de Cultura declaró Patrimonio Cultural de la Nación a la danza Llipi Pulis de la comunidad campesina de Ccapalla, ubicada en el distrito de Ácora, provincia y región Puno.

El Ministerio de Cultura destacó que esta danza representa la estrecha relación entre la población aimara y su entorno en la productiva actividad ganadera, particularmente en la captura y esquila de la vicuña, desarrollada desde épocas prehispánicas hasta la actualidad.

Detalla que la danza Llipi Pulis se ejecuta cada año durante la Festividad de la Santísima Virgen del Rosario en Ácora, que tiene como día central el primer domingo de octubre. Esta danza se realiza en grupo, ya que la comparsa está compuesta por 280 personas aproximadamente entre varones y mujeres y presenta tres personajes principales: los pulis, los chuqilas y las danzantes portadoras de llipis. Además, cuenta con las antuquitas como personajes complementarios, así como con una cantante.

Cabe señalar que a pesar de que es considerada como una danza relacionada a la caza y presente al chuqila como un personaje que simboliza al cazador, la danza no propicia el maltrato y sacrificio de animales. Sucede todo lo contrario, ya que al evocar la memoria relacionada a la supervivencia de la población en un espacio geográfico particularmente complejo como es el altiplano andino, nos habla de la íntima relación entre naturaleza y sociedad.

Historia

Gran parte de la población del distrito de Ácora habita en la zona rural, desarrollando sus actividades económicas más importantes: la agricultura y la ganadería. Ácora fue una de las subdivisiones del reino aimara Lupaqa, población aimara que habitó en la meseta del Collao.

Los lupaqa o lupi haqe (hombres del Sol) poseían grandes rebaños de llamas y alpacas, y desarrollaron el control de tierras en diferentes pisos altitudinales que eran trabajadas de manera colectiva por grupos de familias extensas o hatha, permitiendo el intercambio de productos entre la población aimara del altiplano y poblaciones de los valles de la zona costeña y de los valles al sureste del lago Titicaca.

La danza

Empieza con los pulis, músicos encargados de la melodía principal de la danza, pausada y repetitiva, hecha del sonido del quenacho y de un bombo.

Los chuqilas, conocidos también como abuelos, representan a los cazadores aimaras del altiplano, hombres que persiguen a las vicuñas con hondas hasta atraparlas. En la mano portan una honda o q’urawa de lana de alpaca que evoca el antiguo método de caza.

Su atuendo está compuesto por un sombrero negro adornado con pequeñas bolas de lana de vicuña y su rostro está cubierto por una importante máscara de piel de vicuña, heredada de danzantes anteriores.

Las danzantes portadoras de llipis representan a las esposas de los chuqilas y de los pulis. Ellas sostienen los llipis, palos largos unidos con soguillas de colores y que sirven para conducir a las vicuñas y acorralarlas para su captura. Estos accesorios poseen, en la parte superior, vellones de lana de diferentes colores, los mismos que están sujetos por uno de color blanco, haciendo alusión al cóndor.

Como personajes complementarios, se encuentran las antuquitas, jóvenes que simbolizan a las pobladoras solteras del altiplano, cortejadas por los chuqilas en algunos momentos de la danza. La cantante interpreta en idioma aimara un canto sobre la relación del chuqila con su entorno y con la actividad de caza de vicuña.

La letra narra el posible camino recorrido por el chuqila en el altiplano, en el que se cruza con montañas tutelares o apus y que finaliza en la plaza principal de Ácora durante la Festividad de la Santísima Virgen del Rosario. El uso del idioma aimara, así como el despliegue de elementos de su cosmovisión durante la danza, fortalecen la identidad de la comunidad.

La danza manifiesta la ritualidad andina, ya que durante su ejecución se realizan ofrendas a la tierra, mediante las cuales se solicita a los dioses tutelares que garanticen el incremento del ganado y la buena cosecha, simbolizando a su vez el respeto y vínculo entre la población altiplánica y el manejo del medio ambiente.

La declaratoria se oficializó a través de la Resolución Viceministerial publicada el jueves 25 de mayo en el boletín Normas Legales del Diario Oficial El Peruano.

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