martes, abril 16

Danza de Negritos del Suroeste de Huaytará ya es Patrimonio Cultural de la Nación

El Ministerio de Cultura declaró Patrimonio Cultural de la Nación a la Danza de los Negritos del Suroeste de la provincia de Huaytará, de los distritos de Ayaví, Tambo, Santiago de Chocorvos, Santo Domingo de Capillas, San Francisco de Sangayaico y San Isidro, de la provincia de Huaytará, región Huancavelica.

Según una Resolución Viceministerial publicada el 23 de febrero en el Diario Oficial El Peruano, este reconocimiento responde a que se trata de una expresión cultural de devoción popular que da testimonio del complejo proceso histórico local, una muestra de integración entre grupos culturales diversos y una remembranza de un periodo de la historia de la población esclavizada desde la mirada de la población de los Andes, lo que permite afianzar la identidad local y la memoria colectiva de la población.

En los considerandos de la norma se indica que la Danza de los Negritos del Suroeste de la provincia de Huaytará es una representación de hechos históricos que reflejan el estrecho vínculo entre la cultura española, andina y costeña, y que está estrechamente ligada a la devoción católica.

Según información que obra en el expediente, esta danza sería una fusión de la danza huaylía practicada en la sierra y la danza de negritos de la costa, sus portadores acogieron ambas expresiones agregándole características propias y creando de esta manera su propia expresión cultural.

La huaylía es una danza muy extendida en el sur de la provincia de Huaytará, que se ejecuta durante celebraciones navideñas así como en celebraciones de año nuevo y Bajada de Reyes.

El término parece provenir de la palabra quechua Haylli, que según el sacerdote Diego González Holguín en su “Vocabulario de la Lengua Qquichua o del Inca”, publicado en el año 1608, refiere a canto regocijado en guerra o chacras bien acabadas y vencidas. Esta característica se ve reflejada en la forma de alabanza al Niño Jesús y la alegría de los movimientos en la Danza de los Negritos del Suroeste de la provincia de Huaytará.

En cuanto a la danza de los negritos que se encuentra en la costa, esta habría aparecido durante la época colonial y era ejecutada por los esclavos de origen africano que trabajaban en las haciendas, esencialmente en las localidades del departamento de Ica.

Sobre esta danza, en particular la ejecutada en el distrito de El Carmen, provincia de Chincha, departamento de Ica, el etnomusicólogo William Tompkins explica que es ejecutada por grupos de adolescentes frente a nacimientos o belenes construidos en casas como muestra de adoración al nacimiento del Niño Jesús, y es acompañada de villancicos y violines.

Asimismo, William Tompkins explica que la procedencia del nombre hace alusión a hechos históricos de esclavitud y explotación de la población afrodescendiente durante la época colonial, lo cual también se ve reflejado en la estructura de la comparsa donde el líder es denominado caporal, capataz en haciendas, y el representante del grupo llamado “amito”, proveniente del término “amo”. Todo ello concuerda con la descripción de la danza del suroeste de Huaytará que obra en el expediente, lo cual permite asociarla con la danza de la costa.

La Danza de los Negritos del Suroeste de la provincia de Huaytará es una ofrenda al Niño Jesús que también se ejecuta a través de los conjuntos de niños, jóvenes y adultos que interpretan villancicos y movimientos coreográficos individuales y grupales donde destaca el zapateo.

Actualmente, la danza se ejecuta entre fines de diciembre hasta inicios de enero como uno de los elementos de la conmemoración del nacimiento de Jesucristo en diversas comunidades campesinas, centros poblados y anexos de los distritos de Ayaví, Tambo, Santiago de Chocorvos, Santo Domingo de Capillas, San Francisco de Sangayaico y San Isidro.

La estructura de la comparsa de danzantes de los negritos del suroeste de Huaytará está organizada por el “amito”, denominado también mayordomo o carguyoq, quien se responsabiliza de la fiesta de su localidad voluntariamente.

El amito se encarga de brindar comida y bebida a la población durante la festividad, asegurar la presencia de los danzantes en la misma y de este modo contribuye a la continuidad de la fiesta. Para poder cumplir con sus labores el amito pide ayuda a sus familiares, amigos y allegados, lo que en los Andes se conoce como Ayni, una ayuda entre pares que será retribuida posteriormente, lo que fortalece y promueve lazos de fraternidad entre los pobladores.

La división del trabajo durante los días de fiesta es organizada por el amito a través del takiachikuy, momento en el que el amito delega las labores de la festividad como por ejemplo los encargados de las despensas, la cocina y los aguatores, colaborador que brinda agua a los danzantes de la comparsa de los amitos.

El “amito” también asegura la participación de los danzantes con mayor trayectoria, prosa y elegancia -características reconocidas por la población- para que formen parte de su comparsa. Durante la festividad de Navidad se presentan dos comparsas, una organizada por el amito mayor y la otra por el amito menor.

Cada comparsa está compuesta por alrededor de 12 danzantes de diferentes edades, lo que permite la transmisión intergeneracional de la expresión y el afianzamiento de la relación entre pares. Los danzantes representan a los pastores y los Reyes Magos que, según la biblia, visitaron al Niño Jesús luego de su nacimiento.

Cada comparsa tiene una jerarquía bipartita encabezada por el guía principal llamado caporal, elegido por su conocimiento y destreza en el baile, seguido por el guiador. Luego se encuentra el traskiy palabra alternativa a chaskiy, que significa “mensajero”. A continuación, el pastorcillo y por último la tapita, apelativo que se da a los aprendices.

La coreografía de la danza presenta una gran diversidad de momentos teniendo como principal movimiento el zapateo. Los danzantes de la comparsa se colocan en dos filas paralelas y ejecutan secuencias de la danza denominadas rueda mayor, rueda menor, rueda divina, rueda fuga o adoración al Niño, costa zapateo, contrapunteo o atipanakuy, y pascua.

Según los portadores, la denominación de rueda hace referencia a los movimientos de los danzantes quienes hacen rondas en algunas secuencias. Los pasos se ejecutan principalmente en tres espacios, el atrio del cabildo, el atrio de la iglesia y la casa del amito denominada galpón, en referencia al albergue donde pernoctaban los esclavos.

Las ruedas mayor y menor contienen movimientos donde los danzantes giran de izquierda a derecha o viceversa, saltan en cuclillas, y dan vueltas completas, entrecruzándose; en todos los pasos los danzantes extienden los brazos y agitan las manos moviendo constantemente la campañilla y el chicote que portan.

En la secuencia llamada “rueda divina” se danza delante del atrio del cabildo y del atrio de la iglesia conmemorando el nacimiento de Niño Jesús. En el movimiento denominado rueda fuga, que se ejecuta delante de la imagen del Niño en el atrio de la iglesia, los danzantes deben competir pasando pruebas de resistencia, cánticos, alabanzas y zapateos.

Durante la secuencia costa zapateo, que al igual que el paso anterior se ejecuta delante del atrio de la iglesia, solo se realiza zapateo al compás de doce melodías en violín, estos pasos son muy parecidos a la danza de la costa, por ello el nombre.

El contrapunteo o atipanakuy es la competencia de baile entre las comparsas del “amito mayor” y el “amito menor” en el atrio del cabildo principal. Esta secuencia contiene tres pasos: patachi, cholada y pasada. Cada danzante ejecuta varias veces estos pasos. Este momento permite congregar y afianzar lazos de fraternidad entre la población que se encargará de elegir a los mejores danzantes.

El contrapunteo se ejecuta solo durante el día principal de la fiesta, que puede ser el 25 de diciembre, 1 de enero o 6 de enero, dependiendo de la localidad. Por último, la pascua es el momento de reconciliación entre las comparsas, en este los danzantes bailan y cantan melodías de despedida.

El rol que desempeñan los villancicos, los cuales son entonados por los danzantes durante la ejecución de la danza y forman parte fundamental de la expresión, porque evocan episodios bíblicos y también históricos. Algunos villancicos representan un momento determinado de la visita al Niño Jesús, otros rememoran episodios de los maltratos sufridos por la población esclavizada, y otros son entonados en quechua, lo que sirve como medio de aprendizaje y permite dar una mayor valoración de esta lengua por las nuevas generaciones;

La danza está acompañada de violines y bombos, lo que la diferencia de otras danzas navideñas como el hatajo de negritos, los pastorcillos, las huaylías, entre otras; en las que se utilizan otros instrumentos como cajón, guitarra o arpa. Cabe destacar el rol de los músicos y los danzantes en el desarrollo de esta danza, cada localidad les hace un reconocimiento por su destreza.

Existen músicos que debido a su habilidad son invitados a tocar en festividades aledañas; este tipo de reconocimiento local les otorga un valor especial a los músicos y los danzantes, dado que muchos de ellos son recordados de generación en generación debido a su habilidad y forman parte de la tradición oral de la localidad.

Vestimenta

La vestimenta de los danzantes comprende una camisa y pantalón blanco. Una corona –denominada turbante que tiene un espejo circular en el centro. En el torso portan dos cintas gruesas de tela llamadas banda y contrabanda que se colocan superponiéndose de forma diagonal, y que destacan por el bordado de flores, los espejos y los cascabeles en los extremos.

Asimismo, utilizan, coderas, rodilleras o canilleras de forma triangular que resaltan por el bordado, los espejos y los cascabeles. Los espejos son elementos muy utilizados pues hacen alusión a la estrella que guió a los Reyes Magos al pesebre del Niño Jesús. Los zapatos, generalmente de color negro, son elementos importantes ya que los danzantes producirán sonidos rítmicos durante el zapateo, característicos de la danza.

Los danzantes portan en una mano una campañilla que es utilizada para complementar la musicalidad de los instrumentos y para marcar el ritmo de la misma. La campanilla y los cascabeles de las bandas, coderas y rodilleras o canilleras sirven para realzar los movimientos de la danza. En la otra mano portan un chicotillo el cual haría referencia al objeto que utilizaban los caporales, evocando el sometiendo y maltrato que sufrieron los esclavos.

Esta danza presenta personajes complementarios como los morenos o viejos ancestros que se caracterizan por mofarse de la población, los cuales forman parte de la coreografía y se ubican alrededor de los danzantes durante la ejecución de la danza. Su indumentaria es parecida a la del negrito teniendo como principal diferencia el uso de máscaras que les permiten ocultar su identidad.

Las comparsas tradicionalmente estaban compuestas solo por varones; sin embargo, actualmente las mujeres también forman parte de esta danza. La mayoría son hijas o nietas de danzantes que continúan transmitiendo y valorando esta manifestación cultural. Esta variación en la estructura de las comparsas es sumamente importante porque muestra los cambios sociales que son integrados a través de las adaptaciones en el patrimonio cultural inmaterial.

Los conocimientos relacionados a la danza y la música son aprendidos de dos maneras, a través de la observación directa de los niños, las niñas y los jóvenes durante las celebraciones al Niño Jesús, y mediante la enseñanza directa de los adultos danzantes y/o los músicos a los jóvenes que componen la comparsa durante los ensayos.

Actualmente, la danza es ejecutada en instituciones educativas durante los días previos a la Navidad, lo que constituye otra forma de valoración y difusión de la expresión cultural dentro de la localidad.

La Danza de los Negritos del Suroeste de la provincia de Huaytará es la muestra de la devoción popular y cumple un rol importante dentro de la festividad en honor al Niño Jesús, debido a que los danzantes no solo cumplen la función de adoración al Niño Jesús sino también apoyan a los amitos de sus respectivas comparsas en sus labores durante los días de fiesta.

Es también una expresión cultural que rememora el proceso histórico del encuentro entre culturas, sirve como representación y evocación de la historia de la población afrodescendiente, desde la mirada de la población de los Andes, así como de la historia compartida del tránsito e intercambio entre las poblaciones cercanas de la costa y de la sierra.

Asimismo, el uso de la lengua quechua en los villancicos es muestra de la continuidad de esta lengua originaria en la zona. Todo ello fortalece la identificación de la población con su historia, memoria y fe, afianzando su identidad.

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