viernes, marzo 29

Danza tacneña Anata de Camilaca ya es Patrimonio Cultural de la Nación

La danza Anata de Camilaca, del distrito de Camilaca, provincia de Candarave, departamento de Tacna, ha sido declarada Patrimonio Cultural de la Nación, según establece una Resolución Viceministerial del Ministerio de Cultura publicada este martes 24 en el Diario Oficial El Peruano.

La norma argumenta que esta declaración responde a que se trata de una expresión del carnaval aimara tradicional que condensa una cosmovisión, estética y ritualidad orientadas a la reproducción de un modo de vida, manifestándose a través de rituales propiciatorios y de reciprocidad, un sistema de cargos, así como una compleja forma musical y dancística.

Danza

El desarrollo del carnaval está organizado y dirigido por un sistema de mayordomía compuesto por tres “alferados”: el “capitán”, el “sargento” y el “martes cruz” o “lacero del martes”, encargados de los rituales y la atención al público en sus días respectivos, así como de presidir el baile de la anata, que en su forma tradicional se realiza únicamente en la anterior capital del distrito, conocida hoy como Camilaca o Antiguo Camilaca.

El carnaval en esta localidad se realiza a lo largo de dos semanas. La primera precede al carnaval y es llamada semana de la amistad, que inicia con los preparativos del día martes, día en el que se elaboran con asistencia de un “yatiri” o mediador espiritual, las “chiwchi misas”, figurillas de estaño (chiwchis) que representan animales, personas en actitudes diversas como la unión matrimonial, y astros como el sol y la luna.

Estas son dispuestas en pares y colocadas en cajuelas elaboradas con unto, grasa de llama o de vacuno; se obtienen unas 24, cada una para una capilla o cruz para ser homenajeada al día siguiente.

También se elaboran las misas (mesas) de hojas de coca, mistura de flores y frutos diversos dispuestas en mantos tejidos y los “aytus”, ofrendas elaboradas con unto o grasa de llama, hojas de coca y ramas secas de “q’oa”, hierba medicinal que crece en la sierra de Moquegua, todo envuelto en un paquete de papel. Ofrendas que se usan para formular deseos a la cruz y a los cerros por una buena producción y protección contra las enfermedades.

El día miércoles se realiza el acto ritual de llevar tales ofrendas a las capillas o calvarios, emplazadas en toda la geografía del distrito, como forma de petición del permiso para proceder a la fiesta, acto que es denominado “entregar la misa a Martes Cruz”, en mención a la capilla del mismo nombre ubicada en el cerro Calvario, cercano a la ciudad antigua de Camilaca.

Ese día las capillas son arregladas y limpiadas, las “chiwchi misas” son guardadas en espacios cercanos a las cruces, y éstas a su vez son decoradas con cintas de colores, trozos de pan, queso y frutas de estación. Las hojas de coca son ofrendadas y se echa la mistura de pétalos de flores al interior de las capillas. Las ofrendas, así como los “aytus” del año anterior son quemadas para pedir diversos deseos y prevenir enfermedades como el katja o “susto” y similares.

Las antiguas figurillas de ganado en cerámica que se guardan en las capillas son igualmente cuidadas y cubiertas de ofrendas. Se hace un sahumerio a la entrada de las capillas, pidiendo a las cruces y a la Madre Tierra por una producción abundante para el presente año.

La cruz de la capilla llamada “Martes Cruz”, decorada con cintas y frutas, es bajada al pueblo. Los asistentes echan flores dentro de la capilla, y en las afueras del recinto se lanzan a los presentes frutos diversos, en especial los frutos de la papa o “mat’unjas”, acto conocido como “challaguado”.

Las autoridades agradecen ante la capilla invitando licor a la población. Luego se designa entre los presentes a quienes los sucederán el siguiente año, entregándoles como insignia una “wiphala” o bandera multicolor, una alforja con coca y la vara de mando respectiva.

A las seis de tarde, al grito de whiphala, la comitiva de “alferados”, músicos y pobladores baja al pueblo al compás de la música interpretada por una orquesta tradicional, llegando hasta la iglesia para reproducir el mismo acto ritual, desde las ofrendas hasta el “challaguado” en la iglesia principal, como se hizo en la capilla.

Los tres días siguientes son de invitación de comida y bebida, organizados sucesivamente por el capitán, el sargento y el martes cruz. Durante la celebración del jueves se disponen dos mesas con diversas viandas, las que se invita a los presentes, una para las mujeres y otra para los varones, pasando al tiempo del juego, que consiste en lanzarse mutuamente frutas y cáscaras, mistura de flores y talco, desde la tarde hasta caer la noche, en medio del baile de la anata, con el acompañamiento de los conjuntos musicales locales.

Los “alferados” visitan casa por casa y reparten bendiciones sobre las chacras y el ganado de cada familia. El día domingo solo se realiza el juego carnavalesco de bailar echándose agua y harina entre los presentes.

La segunda semana es llamada la “Semana del carnaval” y dura cuatro días, de lunes a jueves. Cada uno de estos días una autoridad diferente organiza la fiesta como invitación de comida y bebida y la organización de los conjuntos de baile de la anata. El día lunes está encomendado al capitán del año anterior, mientras que los tres días siguientes son responsabilidad de los “alferados” del presente año: el día martes corresponde al “alferado martes cruz”, el día miércoles al “capitán”, y el día jueves al “sargento”.

Vestimenta

La danza Anata de Camilaca es interpretada por tres conjuntos que avanzan en hileras en formación de pasacalle. El primero está compuesto por los músicos de dos tipos de flauta, el “pinkillo o pinkuyllo” y el “torojiwata”, acompañados por un bombo. El segundo es la comparsa de bailarines varones, encabezada por los “alferados”, y el tercero es la comparsa de mujeres vestidas con el anaco de fiesta, que entonan en tono agudo las canciones de carnaval.

Los tres alferados, encabezados por el capitán, seguido en segundo lugar por el sargento y en tercer lugar por el martes cruz, van vestidos con terno azul, chaleco, camisa de tonos claros -prendas que hasta hace unos años se elaboraban con bayeta, modalidad que se está rescatando- y zapatos negros.

Sobre esta indumentaria portan, cruzadas sobre el pecho, dos fajas o “wak’as” de lana roja, cuyos extremos caen sobre la espalda; sobre ellas llevan dos “chuspas”, taleguillas de lana roja en las que se llevan hojas de coca y mistura de pétalos, junto con frutas y pedazos de queso que se reparten durante el “challaguado”.

Encima de todo el conjunto están las “q’uraguas”, hondas de lana de oveja cubiertas de pompones de lana de colores que se entrelazan sobre el torso, formando una especie de chaleco con largas caídas desde los hombros. Por tocado se lleva tradicionalmente un chullo y sobre éste un sombrero de fieltro negro.

Las insignias de mando del capitán y sargento son una vara o “wara” con un fruto de membrillo en su extremo superior, adornado con cintas de colores y un látigo o “zorreaga” (zurriago) con el que se pone orden durante el desarrollo de la fiesta; por su lado, el alferado martes cruz porta la wiphala.

El conjunto de mujeres viste con el anaco o “urku”, vestimenta de origen prehispánico, declarada Patrimonio Cultural de la Nación mediante la Resolución Directoral Nacional N° 558/INC-2009 de fecha 6 de abril de 2009.

Sobre una serie de polleras y una blusa o “mancaza”, bordada y con mangas anchas de tela de castilla, se coloca el principal componente del vestido que da nombre al conjunto, que es una gran manta de campos rojo y negro que envuelve el cuerpo de la mujer y es sostenida sobre los hombros con alfileres llamados “tupus” o “pich’is”.

Sobre esta túnica se coloca un “awayo” o manto con rayas en rojo y negro, sostenido sobre el pecho con otro alfiler de gran tamaño. Los alfileres de plata o bronce llevan grabados diseños de flores y aves.

El tocado es un “mentiro” o “montera” de forma circular, hecha de paja y forrada con tela roja y negra, bordada con diseño de flores y sujeta a la barbilla por una cinta de lana roja; como calzado se llevan sandalias. En una mano llevan la “cocheta”, mantillo tejido con motivos diversos, donde se suele llevar hojas de coca, pedazos de pan, queso y frutas como manzanas, membrillos, peras y sandías.

Festividad

Durante el baile de la anata los participantes se lanzan estos productos con serpentinas y harina, invitando al público a participar, en un acto que es equivalente al “challaguado” ofrecido por los “alferados” en los rituales del primer día del carnaval.

La danza sigue los compases lentos de la música, marcados por el bombo, en que se combinan el sonido de las flautas que entonan una línea melódica base, acompañada a ritmos distintos con las voces de ánimo de los varones y el canto de las mujeres.

El grupo liderado por los “alferados” avanza marcando el ritmo con pasos largos en zigzag, mientras las mujeres con anaco dan movimientos circulares alternando vueltas a la izquierda y la derecha, extendiendo con ello sus anacos.

Música

La música de anata se interpreta con dos tipos de flauta, de fabricación local. El pinkillo o pinkuyllo, flauta de pico de caña hueca, de unos 30 centímetros de largo, con canal de insuflación, seis agujeros en la mitad inferior de la parte frontal y otro orificio a la mitad de la parte posterior. La segunda es el torojiwata, similar al pinkillo pero de mayor longitud, llegando a los 50 centímetros de largo, lo que le da una sonoridad más grave.

La sección rítmica la constituye un bombo, originalmente de madera con parches de cuero de chivo, reemplazado con frecuencia por un tambor de banda mediano. El carnaval de Camilaca concluye el día jueves.

El baile de la anata continúa varias horas antes del mediodía sin la presencia de los alferados, quienes se preparan para la ceremonia final. El “alferado capitán del año” en curso se encuentra con su sucesor elegido para el año siguiente, y su asunción al cargo es anunciada al final del almuerzo. Se hace un brindis saludando al cargo principal entrante, primero en su casa y luego en la plaza del pueblo, dando inicio al último baile de la tarde.

La cruz que ha sido bajada de la capilla Martes Cruz es devuelta a su lugar por la comitiva de los “alferados” de ambos períodos y de la población, en medio de sahumerios y brindis. Terminando esta ceremonia, la última comida se hace en casa del sargento.

Modificaciones recientes

La situación en que esta costumbre se encuentra es consecuencia directa de los cambios que el distrito de Camilaca, en la provincia de Candarave, ha sufrido en las últimas dos décadas. El citado distrito fue creado oficialmente el 18 de agosto de 1988 por la Ley N° 24887.

El sismo que sacudió la región sur andina en junio de 2001 afectó parcialmente a la capital del distrito el antiguo centro poblado de Camilaca, actualmente llamado Antiguo Camilaca. Posteriormente, se cambió la ubicación de la capital del distrito de Camilaca con la Ley N° 29283, de fecha 27 de noviembre de 2008, escogiéndose como nueva capital el antiguo anexo de Chuñave, actualmente denominado Alto Camilaca.

Este cambio significó un reacomodo de la población que en sus primeros años hizo difícil la reproducción de algunas tradiciones, en las cuales son importantes las ofrendas entregadas a las montañas y a las fuentes de agua que rodean la antigua capital. Una de ellas fue el carnaval tradicional de Camilaca, que pasó a una situación de riesgo.

En su lugar, se difundió una versión moderna de esta expresión en la forma de comparsa o pandilla de carnaval. Sin embargo, la población de Camilaca ha manifestado su interés de mantener la anata en su forma tradicional con el aliciente de ser una fiesta en la que está presente el anaco.

Así, en la última década se han realizado acciones de salvaguardia de la anata, que incluyen al género de la danza y música con su vestimenta característica, al sistema de cargos y las relaciones de reciprocidad, y los rituales que se desarrollan en las capillas que siguen practicándose de modo tradicional en la antigua capital del distrito.

Dicha danza también está representándose en la actual capital, fuera de su fecha y entorno originales, en fechas cívicas y actos escolares como parte de los esfuerzos encaminados a transmitir esta tradición a las nuevas generaciones, en tanto es una tradición representativa de Camilaca.

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