Los 16 bienes documentales bibliográficos vinculados al naturalista Antonio Raimondi fueron declarados patrimonio cultural de la Nación.
Se trata de cinco manuscritos, cinco diplomas, tres fotografías y tres libros de gran importancia, significado y valor histórico, según lo señala una resolución del Ministerio de Cultura.
Luego de un minucioso análisis por parte de especialistas, se concluyó que estos bienes reúnen los méritos paea ser declarados patrimonio cultural de la Nación.
La resolución lleva la firma de la viceministra de Patrimonio Cultural e Industriales Culturales, Ana Magdelyn Castillo Aransaenz.
Raimondi
Antonio Raimondi nació en Milán el 19 de setiembre de 1824. Poco se sabe de su infancia, sin embargo siempre manifestó una clara inclinación por el estudio de la naturaleza. La elección del Perú como destino para sus investigaciones fue un hecho conciente y emotivo. El desconocimiento científico de la legendaria tierra de los incas fue su primer estímulo; por otra parte, surgió en él una especial simpatía por nuestro país debido a la honda impresión que le causó ser testigo de la mutilación de un cactus gigante de origen peruano en el jardín botánico de Milán.
Llegó al Callao un 28 de Julio de 1850, huyendo de los horrores de la guerra por la independencia y unidad de Italia, causa en la que participó como miliciano durante las cinco jornadas de Milán. A su llegada, el gran médico peruano Cayetano Heredia lo acogió en el colegio de la Independencia, futura facultad de Medicina de San Fernando, reconociendo en el joven italiano grandes talentos que le permitieron confiarle importantes responsabilidades.
A lo largo de sus viajes recopiló todo cuanto pudo registrar con respecto al paisaje natural y social que reconoció a su paso. Plantas, animales, insectos, muestras minerales, fueron colectadas sistemáticamente mientras medidas barométricas, observaciones meteorológicas y croquis precisos complementaban la información sobre las distintas regiones por las que pasó. A ello sumémosle su interés explícito por todo cuanto pudo conocer o descubrir de las poblaciones actuales y antiguas, agrupadas ya sea en modernas aldeas o vislumbradas a partir de antiguos monumentos arqueológicos.
Documentó los yacimientos de carbón mineral del litoral piurano, analizó y cuantificó el guano de las islas Chincha, verificó el salitre de Tarapacá, recorrió las remotas provincias auríferas de Carabaya y Sandia, navegó el Marañon, Ucayali y Amazonas, entre los ríos orientales más importantes, levantó planos de ciudades como Cajamarca, Chachapoyas, Huancavelica o de notables monumentos arqueológicos como Huanuco Pampa o la Fortaleza de Paramonga. Descubrió la estela Chavín como la imponente puya; los que llevan hoy su nombre en homenaje a su obra.
En 1869, año de la culminación de sus viajes, se casó con la dama huarasina Adela Loli, con quien tuvo tres hijos: Enrique, María y Elvira.
El 26 de octubre de 1890 afectado por una larga dolencia, el sabio fallece acompañado de su hija Elvira, en casa de su compatriota y amigo Alejandro Arrigoni, en la localidad de San Pedro de Lloc, La Libertad. Sus restos reposan en el cementerio Presbítero Maestro de Lima.