martes, marzo 19

Conocimientos, saberes y técnicas de diseños yonga ya son Patrimonio de la Nación

El Ministerio de Cultura declaró como Patrimonio Cultural de la Nación a los conocimientos, saberes y técnicas asociados a la producción de los diseños yonga del pueblo Yine, una comunidad amazónica que habita en las regiones Cusco, Loreto, Madre de Dios y Ucayali.

Mediante una Resolución Ministerial publicada este viernes 31 de mayo en el Diario Oficial El Peruano, se establece que este reconocimiento responde a su importancia para la memoria histórica y la organización social para la continuidad de los patrones estéticos tradicionales y las prácticas rituales, así como por ser expresión de la creatividad y el talento de los portadores de esta tradición.

Pueblo Yine

El pueblo yine, perteneciente a la familia lingüística Arawak, ocupó desde tiempos prehispánicos la parte alta de la cuenca del río Ucayali y la parte baja del río Urubamba, caracterizándose por ser un pueblo de grandes navegantes ribereños y extensas redes de intercambio que abarcaron las cuencas de los ríos Ucayali, Manu y Purús.

Cabe señalar que las primeras crónicas sobre este pueblo datan del siglo XVII. Asimismo, se conoce que los yine respaldaron un levantamiento encabezado por Mangoré, líder asháninka, en 1674 y que participaron en la rebelión de Juan Santos Atahualpa en 1742.

Foto: Ministerio de Cultura

Como otros pueblos amazónicos, el pueblo yine fue duramente afectado por el auge de la extracción cauchera de finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, siendo víctima de esclavitud por parte de los explotadores del caucho. Sin embargo, los yine continuaron navegando los ríos y se destacaron por el comercio de pescado, ollas, zarzaparrilla y otros productos del bosque.

Los yine tienen muy desarrollada su conciencia histórica y tienen clara también su ancestralidad, dado que reconocen que sus antepasados eran los legítimos habitantes de la región amazónica del alto Ucayali, Urubamba, Manu, Tahuamanu y Purús desde hace generaciones.

Según la Base de Datos de Pueblos Indígenas del Ministerio de Cultura, actualmente los yine cuentan con una población de 7,822 personas distribuidas en 22 comunidades nativas ubicadas en la provincia de Ucayali, en el departamento de Loreto; Atalaya y Purús, en Ucayali; La Convención en Cusco; y Tambopata, Manu y Tahuamanu en Madre de Dios. Además, se conoce de presencia yine en capitales departamentales amazónicas, especialmente Pucallpa y Puerto Maldonado.

La denominación “yine” significa “verdaderos seres” y es relativamente reciente ya que antes eran conocidos como chotaquiros, piras, simirinches y piros, siendo esta última una denominación que les fue dada por el pueblo konibo.

En tanto, “yonga” es una palabra de la lengua yine que designa los diseños hechos a mano con líneas de color sobre un fondo contrastante. Por su parte, “Yongata” es el término que se utiliza para nombrar a la acción de pintar líneas de diseños yonga y es diferente de sagata, término que se refiere a la acción de cubrir una superficie con un color homogéneo.

Los diseños yonga se pueden aplicar solo a ciertos objetos y superficies como algunas vasijas de cerámica: los recipientes o “kajpapago” para servir líquidos; los cuencos o “kolpeto” para servir comida y la tinajas o “gashgaji” para fermentar la masa de yuca del masato.

Asimismo, la ropa o “cushma” o “jeji mkalu” de los hombres, la falda pampanilla o “mkachri mkalnama” de las mujeres, la bolsa o “tsapa” para cargar las pertenencias y la corona o “sagyeta” usada por las adolescentes en el ritual de iniciación femenino que en yine se denomina “kigimawlo” o “pishta”; y el cuerpo humano.

Foto: Ministerio de Cultura

La forma más compleja de diseños yonga es aquella que caracteriza la ropa, la cerámica y el cuerpo de las mujeres durante la “pishta”, festividad con mayor relevancia social del pueblo yine.

Entre los ámbitos en los que los diseños yonga son importantes están la crianza de niños y niñas porque es donde se garantiza la relación dinámica entre varones y mujeres y, con ello, la organización social. En ese sentido, la enseñanza y aprendizaje de los diseños yonga son cruciales en los procesos de crianza.

Además, la importancia de los diseños mencionados se manifiesta a partir de las concepciones yine sobre la gestación de la vida, puesto que la placenta que envuelve al feto es considerada una primera ropa cubierta de su “primer diseño”.

Otro ámbito en el que los diseños yonga son importantes es en la celebración de la “pishta, ritual” en el que la joven sale pintada con diseños hechos por su abuela materna en todo el cuerpo, atuendos y vasija de la cual sirve masato a todos los invitados.

Eso hace que los presentes se admiren de su belleza, incluido el joven prometido como futuro esposo. En ese sentido, los diseños yonga tienen una eficacia social crucial dado que garantiza la reafirmación del establecimiento de una alianza entre familias.

El tercer ámbito de uso es el de las prácticas chamánicas pues al consumir kamalampi o “ayahuasca” (brebaje ritual) los hombres ven diseños yonga, pero no los suelen pintar sobre ningún artefacto o piel ya que el yongata es, tradicionalmente, una práctica exclusivamente femenina.

La visión de los diseños que tienen los hombres al tomar “ayahuasca” se explica porque una de las motivaciones principales que tienen estos para tomarla es el curar a un hijo enfermo, lo que da cuenta de su involucramiento en la crianza y cuidado de los mismos.

Así, al “ver al mundo a través los ojos de los espíritus”, especialmente a través de los de “kamalampi” o la madre del ayahuasca, se entra en un estado visionario interior similar al estado del feto que se encuentra en la placenta cubierta, a su vez, con su “primer diseño”.

El último ámbito social importante y más moderno asociado a los diseños yonga es el de la escuela, cuando los niños y las niñas aprenden a escribir. Se considera que están aprendiendo un nuevo tipo de diseño hecho con lápiz y sobre un papel. La escritura para los yine es también un tipo de yongata; es el diseño de la gente de las ciudades.

En pocas palabras, los yonga son diseños fundamentales de la producción de la vida yine, los artefactos y los cuerpos bellos y fértiles. Además, están conectados con diferentes dimensiones históricas como la historia de las mujeres y hombres que nacen, crecen y llegan a la pubertad en pleno potencial para unir sus sangres y comenzar a interrelacionarse en el matrimonio y crianza de los hijos e hijas.

Del mismo modo, la historia de las relaciones de colonización, esclavitud y acceso a la ciudadanía peruana por medio de la escritura enseñada en las escuelas; y la historia de las relaciones con seres poderosos que habitan en las dimensiones normalmente ocultas de los bosques, ríos y cosmos.

En los tres casos, los diseños yonga acompañan formas de conocimiento y acción necesarios para el crecimiento del parentesco humano. Esto es crucial para los yine pues su idea de gwashta o ‘vivir bien’ está basada en la posibilidad de vivir en comunidades con sus parientes, y compartiendo potu o “comida legítima”, haciendo referencia a sus ancestros a quienes reconocen como “gente del monte” que vivía libre del acoso de misiones y patrones por lo que tenían la posibilidad de trabajar la tierra para su propio consumo.

Para los yine, producir y comer en conjunto es en lo que se sustentan los cuerpos y lo que genera lazos afectivos duraderos porque, al llegar a ser adultos, se reconoce como verdaderos parientes a las personas que prodigaron comida, bebida y cuidados durante la infancia. Para el pueblo yine, la compasión y la generosidad son sinónimos de parentesco verdadero.

Foto: Ministerio de Cultura

Para la transmisión de conocimientos sobre los diseños yonga se aplica la pedagogía indígena del yimaka o “imitación”, en donde las abuelas son las principales maestras de las niñas quienes desde temprana edad las acompañan en sus actividades y aprenden imitándolas.

La imitación no se da de manera pasiva, sino que las niñas aprenden mientras realizan las actividades, tratándose de un “aprender haciendo” en compañía de las abuelas. Por ejemplo, el tejido es una actividad que se empieza a aprender a los siete años, cuando las niñas aprenden a golpear el algodón recién cosechado y después aprenden a hilar.

Luego, a los diez años aproximadamente, aprenden a tejer, para facilitar el aprendizaje, las abuelas utilizan plantas o elementos asociados a poderes de conocimiento para infundirles buena memoria y destreza como el humo de la quema de un nido de páucar (pájaro que considera buen tejedor), el cual las niñas tienen que recibir en las manos.

Además de estas plantas y elementos que garantizan un mejor aprendizaje, el proceso de enseñanza se acompaña con prácticas de higiene corporal y palabras de consejo.

Los diseños yonga son flujos de líneas que corren sobre una superficie, la cual embellecen. Un diseño está completo cuando la punta del principio y la del final se unen formando un circuito.

Cada diseñadora tiene su propio método y orden para ejecutar los trazos, pero se considera lo más adecuado comenzar por el marco que contendrá el diseño partiendo de una esquina del mismo y aplicándose luego diseños como patrones repetitivos, manteniendo una simetría sin ser totalmente idénticos. Las líneas más gruesas se suelen hacer primero y las más finas y pequeñas, posteriormente.

Otra característica que permite entender la complejidad de elaboración de los diseños yonga es que son pintados con tres tipos de tintes naturales, según la superficie a pintar, y que son poco visibles cuando están siendo aplicados, por lo que se requiere mucha destreza para lograr la apariencia deseada de los diseños mientras se pinta. Estos son el achiote y “gmu” o “huito” para el cuerpo; “tlipi” o esencia amarilla colorada de una corteza mezclada con barro o “ksajijpa” como fijador para pintar tela; y una arcilla o “gitawna” que se vuelve negra después de la quema para la cerámica.

Lo que hace buena diseñadora a una mujer es la capacidad de concebir, en visiones, composiciones enteras de diseños yonga porque es lo que les permite plasmarlos con seguridad en una superficie material.

La norma encargar a la Dirección de Patrimonio Inmaterial, en coordinación con la Dirección Desconcentrada de Cultura de Madre de Dios y la comunidad de portadores, la elaboración cada cinco años, de un informe detallado sobre el estado de esta expresión declarada Patrimonio Cultural de la Nación.

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