El Ministerio de Cultura ha declarado como Patrimonio Cultural de la Nación a la música y danza Qhapero de San Antonio de Putina, provincia de San Antonio de Putina, departamento de Puno, por evidenciar la interacción entre una estructura de poder colonial y republicana y la continuidad del sistema de organización indígena, expresado en el mantenimiento de los ayllus y la ritualidad campesina.
La resolución, publicada el 21 de diciembre en el boletín de Normas Legales del diario oficial El Peruano, detalla que la designación también es por constituir una síntesis de la historia de la provincia representada a través de la música y la danza; y por cumplir un importante rol para la transmisión de la memoria local y la construcción de la identidad de las comunidades que la practican.
La danza Qhapero
El Qhapero es una expresión de música y danza de carácter satírico practicada en varias zonas del departamento de Puno y especialmente en las provincias de Ayaviri, Azángaro, Huancané, Lampa, Puno y San Antonio de Putina.
Su representación tiene lugar en contextos festivos como los de la fiesta de la Virgen de la Candelaria en febrero, la festividad de la Santísima Cruz del 3 Mayo, la fiesta de San Antonio de Padua en junio y la festividad de Santiago Apóstol en agosto; presentando notables diferencias según el lugar y la fecha.
En el caso de la danza y música Qhapero practicada en la provincia de San Antonio de Putina, esta se ejecuta durante el mes de junio, en la festividad en honor a San Antonio de Padua, santo patrono de esa localidad.
El nombre Qhapero proviene de la palabra qhapo, que hace referencia a un arbusto que crece en las zonas altas de la región y es comúnmente usado como leña. Varios autores, entre los que se encuentran el antropólogo Fredy Rubén Reyes Apaza, relacionan este nombre al acto de encender la pira ritual con que culmina la danza, conocido como quema del qhapo, entendiendo que el nombre qhapo se le da también a la pira en sí.
La entrada de los Qhaperos a la plaza de armas de Putina se produce el 19 de junio por la tarde, con el repique de la campana mayor del templo. En primer lugar, ingresan los alferados junto a sus acompañantes y autoridades invitadas quienes saludan al pueblo y santo patrón. Seguidamente ingresa la comitiva, liderada por los taytas, quienes al toque de sus pututus ingresan por las cuatro esquinas de la plaza. Luego de ello, el grupo de alferados junto a los taytas, q’aspas, negras, ukumaris y chicheras se coloca frente al templo o a la imagen de San Antonio, mientras los músicos interpretan marchas y wayños tradicionales de la región.
La música es ejecutada con flautas traversas de caña conocidas como pitos o pitus, cuya ejecución se alterna con la de cornetas de metal (bronce), mientras que la percusión se realiza con una tarola o tambor y un bombo de banda.
El primer personaje en ingresar a la plaza es el tayta, quien asume el rol de guía del recorrido y que representa a la población indígena. Su vestimenta consta de un ch’ullu (chullo), una montera, una camisa blanca, un saco rojo o verde, una letra lliklla (manta tradicional de la zona) donde lleva licor y coca para la ch’alla a la pachamama, un pantalón negro de bayeta, una letra chumpi o faja multicolor y un par de ojotas. Lleva, además, un pututu, un pan o tayta t’anta — símbolo que representa la devoción a San Antonio en todo el mundo católico— y, una ch’uspa (bolsa) en cuyo interior porta granos de maíz y habas que entrega a los asistentes como símbolo de prosperidad.
El segundo personaje en ingresar a la plaza es el q’aspa, quien lleva las mulas que cargan la leña que será usada durante la quema del qhapo. De acuerdo al expediente, el personaje del q’aspa representa directamente al sirviente del patrón o hacendado a quién pertenece la carga de la mula. La vestimenta de este personaje está conformada por una camisa blanca, un pantalón blanco, un chaleco negro, un pañolón de seda multicolor, escarpines, zapatos negros, un pañuelo blanco cubriendo su rostro y una peluca rubia. Lleva consigo un cencerro que hace sonar a lo largo del recorrido.
Junto con los q’aspas va otro personaje de nombre la negra —ejecutado tradicionalmente por varones— que representa a las sirvientas o esclavas negras de los patrones. Su vestimenta consiste en una pollera colocada al revés, una montera, una almilla blanca de bayeta, un pantalón blanco, un rebozo cruzado y calza un par de ojotas. En el cabello lleva finas trenzas cubiertas con un pañolón de color blanco. En la mano lleva un zurriago con el que va arreando a la mula que el q’aspa va jalando.
Otro personaje femenino es el de la chichera o aqhera, quien en sus jarras lleva la chicha o aqha, que será servida durante la fiesta. La chichera viste un sombrero de estilo mestizo, una almilla de bayeta, una letra chumpi o faja multicolor, una pollera, una letra lliklla (manta tradicional de la zona) y ojotas. Asimismo, lleva una estalla, (especie de servilleta de lana de oveja), un tupu (prendedor) y una jarra de porcelana donde carga la chicha.
Un quinto personaje es el ukumari, representación de un oso, que actúa como bufón y al mismo tiempo cumple el rol de guardián de la festividad, danzando con los otros personajes e interactuando con las personas presentes a modo de animadores y manteniendo el orden correcto de la ceremonia. Su vestimenta consiste en una camisa blanca y un pantalón del mismo color, una máscara tipo pasamontañas con dos adornos cosidos a modo de orejas en la parte superior, un poncho al cual se ha cosido mechones de lana simulando el pelo del animal, sujetados por esquilones o campanillas. Además, lleva un pito con el que emite sonidos guturales que imitan al oso andino, un personaje en miniatura de tela que representa al mismo ukumari y, finalmente, una reata, cuerda para atar a los caballos.
También ingresan a la plaza la caballería, conformada por todos los invitados y los que asisten voluntariamente por su devoción a San Antonio de Padua. Seguidamente las yamt’a cargas o mulas cargadas con los qhapos o ch’ekta, troncos partidos de las queñuas (árboles autóctonos de la región andina), los cuales serán utilizados como leña para encender el fuego.
Otra de las figuras a destacar es el personaje del tayta, quien carga consigo el pututu—que antiguamente consistía en una trompeta natural de caracol marino— utilizado desde tiempos prehispánicos. El tayta es el único personaje humano de la danza que no representa a un poblador indígena subordinado al servicio de la autoridad española o la de las haciendas sino que, por el contrario, puede ser considerado como representante de una identidad indígena más allá de estas estructuras. El mismo significado de su nombre, padre o señor, en lengua quechua, da cuenta de la importancia de este personaje dentro de la danza.